Guerra
Silencio, un silencio que lo ocupaba todo. Como una señal premonitoria de lo que estaba por venir. Los dos ejércitos nos contemplabamos desde sitios opuestos. Sus generales se habían adelantado y hablaban con los nuestros en la lejanía. Tan bajo que nadie podía escucharles. Despues de un momento eterno las monturas volvieron a los gruesos ejércitos pero en mi mente no hacían ningún sonido. Por su gesto no había nada que hacer, la batalla comenzaría y la sangre correría fresca por las tierras de mis antepasados.
Agarre fuerte mi arma y mire a mis compañeros, casi todos tenían menos edad que yo, cuando nacieron, la guerra llevaba tres décadas. Realmente no entendían que pasaba salvo que seguirían los pasos de sus antiguos familiares en una afrenta que todo el mundo había olvidado ya. El frío remache del escudo estaba dejando las marcas del peso en mi brazo izquierdo. Me molestaba estar aquí pero si hubiese desertado estaría muerto. Visto lo visto quizás hubiese sido mejor, no creo que sea un asesino.
El general grita palabras de odio y los niños le responden con efusividad. Yo finjo en este minuto de odio. Casi me lo creo. A lo lejos con otros colores y otras formas de ser. A mi derecha mis hermanos y vecinos. El general da la señal y nosotros, la infantería, corremos.
El choque se hace notar, mucha gente cae, y los movimientos se vuelven confusos a mí alrededor, casi diría que tengo una visión de túnel y por suerte mi escudo detiene un ataque, miro y veo a un bárbaro que me chilla en un idioma que no entiendo, le aparto con mi escudo y veo como a su espalda uno de mis compañeros cae acribillado por frío acero y se que voy a ser el siguiente. Intento detenerlo con mi ataque pero él esta mas instruido y me atraviesa el pecho haciendo que eslabones de mi armadura se queden dentro de mi cuerpo. Quedo blanco y él empieza a sacar la espada de mí estomago lentamente o eso me parece, pero uno de mi pueblo le rompe la espalda de un golpe y cae, yo me derrumbo y no puedo hacer otra cosa salvo escuchar la batalla. Es inmensa, cientos de voces gritando de furia, odio, dolor e incomprensión como un infierno desatado. Yo notando como se me hinchan los pulmones aúllo como un alma en pena. Todo se va llenando de sangre y barro, y pronto me quedo sin fuerzas para continuar con mis alaridos. Aun así, en medio del estrépito nadie parece haberme oído.
La batalla prosigue pero poco a poco se va deteniendo, la fuerza de mis brazos me abandona y noto como pronto vendrá un arcángel a guiarme al mundo al que estoy destinado. No sé quien ha ganado, pero sé que esta batalla no terminara la guerra, ni siquiera la decantara. Y mi muerte ha sido en vano. Contemplo el campo de batalla lleno de cadáveres en silencio y algunos cuerpos que se mueven asfixiando sus penas. Todo vuelve pronto al mutismo que precedía la batalla, como si no hubiese pasado nada entre un momento y otro. Una falta de sonido demasiado larga. Justo ese tipo de silencio que te ayuda a pensar y que te hace darte cuenta de todo. Con una comprensión completa del orden de las cosas. Como una Epifanía.
Un cuervo interrumpe el silencio con sus graznidos. Quizás sean los únicos que ganen está guerra
Agarre fuerte mi arma y mire a mis compañeros, casi todos tenían menos edad que yo, cuando nacieron, la guerra llevaba tres décadas. Realmente no entendían que pasaba salvo que seguirían los pasos de sus antiguos familiares en una afrenta que todo el mundo había olvidado ya. El frío remache del escudo estaba dejando las marcas del peso en mi brazo izquierdo. Me molestaba estar aquí pero si hubiese desertado estaría muerto. Visto lo visto quizás hubiese sido mejor, no creo que sea un asesino.
El general grita palabras de odio y los niños le responden con efusividad. Yo finjo en este minuto de odio. Casi me lo creo. A lo lejos con otros colores y otras formas de ser. A mi derecha mis hermanos y vecinos. El general da la señal y nosotros, la infantería, corremos.
El choque se hace notar, mucha gente cae, y los movimientos se vuelven confusos a mí alrededor, casi diría que tengo una visión de túnel y por suerte mi escudo detiene un ataque, miro y veo a un bárbaro que me chilla en un idioma que no entiendo, le aparto con mi escudo y veo como a su espalda uno de mis compañeros cae acribillado por frío acero y se que voy a ser el siguiente. Intento detenerlo con mi ataque pero él esta mas instruido y me atraviesa el pecho haciendo que eslabones de mi armadura se queden dentro de mi cuerpo. Quedo blanco y él empieza a sacar la espada de mí estomago lentamente o eso me parece, pero uno de mi pueblo le rompe la espalda de un golpe y cae, yo me derrumbo y no puedo hacer otra cosa salvo escuchar la batalla. Es inmensa, cientos de voces gritando de furia, odio, dolor e incomprensión como un infierno desatado. Yo notando como se me hinchan los pulmones aúllo como un alma en pena. Todo se va llenando de sangre y barro, y pronto me quedo sin fuerzas para continuar con mis alaridos. Aun así, en medio del estrépito nadie parece haberme oído.
La batalla prosigue pero poco a poco se va deteniendo, la fuerza de mis brazos me abandona y noto como pronto vendrá un arcángel a guiarme al mundo al que estoy destinado. No sé quien ha ganado, pero sé que esta batalla no terminara la guerra, ni siquiera la decantara. Y mi muerte ha sido en vano. Contemplo el campo de batalla lleno de cadáveres en silencio y algunos cuerpos que se mueven asfixiando sus penas. Todo vuelve pronto al mutismo que precedía la batalla, como si no hubiese pasado nada entre un momento y otro. Una falta de sonido demasiado larga. Justo ese tipo de silencio que te ayuda a pensar y que te hace darte cuenta de todo. Con una comprensión completa del orden de las cosas. Como una Epifanía.
Un cuervo interrumpe el silencio con sus graznidos. Quizás sean los únicos que ganen está guerra
4 comentarios
kiram -
Padre Esperanza -
bueno , es una buena frase, no sera por eso.
pablo -
Juanjo -
Este cuento es como James Joyce, solo que en medieval, entretenido y digerible :P